Cada día parece más apropiado no creer en nada, no por ser una solución fácil y esquiva de todos los debates que aliñan el día a día, mas bien porque proponerse ser fiel a una idea acabar resultando insostenible. Esta fidelidad a la que se refiere uno siempre entendida en unos cauces abiertos, no en un ejercicio de dogmatismo y cerrazon, al más puro estilo del burro adornado con unas orejeras. La insostenibilidad citada no es una claudicación, no es una firma anónima de marioneta; uno piensa, opina, respeta, escucha, se construye como persona con sus creencias y ese es un juicio crítico imprescindible, que ampara y da luz a toda la rebeldía que luego podamos construir.
Como si fuera una maldición, cuando hace cuatro años entré en cierta facultad, alguien me puso sobre aviso: “si todo va bien, cuando salgas de aquí verás las cosas con menos sangre y más perspectiva”. Creo que la profecía se ha cumplido a medias ya que, aunque soy sólo un poco menos de pedazo de carne con ojos que antes, sangre y perspectiva se ha ido de cañas juntas. La primera no es femenina por generación espontánea; siempre menudeando como por casualidad, multiplica, pone distancia (que no tierra) de por medio y te coge de la mano. Tanto que ver, que oír, nada absoluto, nada de un color fuerte; nada que huela a altar o a adoración, tú sólo contra tantas explicaciones que hacen imposible ponerle titular a nada, sólo reflexionar. ¿Entonces qué? ¿Máquinas observadoras? ¿Una forma mas perfeccionada de trono, dos pasos por encima? No señor, el corazón llega tarde, con tanta profundidad es normal, pero llega.
Ese corazón que antes nublaba las creencias propias, ahora las rescata, las hace madurar y las integra plenamente, más de lo que nunca antes lo habian estado, en ese pequeño proyecto de persona íntegra. De lanzarse contra el mundo en calzoncillos a la serenidad de saber qué aquello que defiendes merece mucho la pena; la ilusión, creo, es como la energía, no desaparece, sólo se transforma. Esa transformación merece la pena cuando se da la mano con la pausa de una idea aposentada, que sale sin miedo, pues decir lo que uno piensa es nuestro pequeño tesoro cotidiano. Si encima lo hacemos sin cortapisas de ningún tipo, comulgando con ese músculo que tanto hemos citado, puede salir el sol por donde quiera.
Petición musical: Como el viento de poniente (Marea)
La última patada
Hace 10 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario