La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

jueves, 24 de junio de 2010

No me jodas

Fin. Bajo de ese misterioso convoy que me ha llevado hasta el infinito. No se realmente ni que lo que piso o cuanto puede durar cada metro que avanzo. El tiempo decidió consumirse hace tiempo en polvo. La nebulosa que desfila por el horizonte como un abrazo con cara de asco entre el suelo y el cielo deja de existir a cada movimiento que hago. Distorsión absoluta sin correas en forma de segundo. ¿Dónde me voy a sentar si ni siquiera hay suelo?

A veces el fin está situando caprichosamente más allá del último pueblo que nos podamos imaginar. Solamente un atmosfera de vacío, de precipicio y de negación. Ese mismo vacío que nos ha revestido con sus galas nada mas finalizar el último impulso. Impulso a un papel, a una nota, a una burocracia, es decir, a una antítesis de todo aquello que merece la pena. La misma pesadilla repetitiva que amenaza con dejarme a oscuras y me ahoga hasta que grito, pero grito ritualmente: Tres veces, en sonido ascendente, un breve “eh”. El otro día, en el enésimo escenario con el mismo final de todos los días, me dio por pensar que igual era un mensaje en clave al recuerdo, también, ¿por qué no?, al cambio, a miedo que genera.

Pero es que todo esto esta tan trillado, tan consabido, que aburre y a veces hasta da escalofrío asumir como cotidiano el suelo tembloroso, aquella pisada que no marca la huella ni tiene lugar. Contra estas cosas viven las revoluciones, con aquello que nos hacen pensar como regalo cuando es horca. No me quedo como estoy, quiero estar como me quedé antes de que empezara a jugar la selección de futbol y se nos olvidara el navajazo al fondo a la derecha que nos ha clavado al neoliberalismo. Aún no me ha quedado claro si esto es una nebulosa o un confesionario y si tal vez los esquemas usados hasta ahora valgan tanto como la estela de Naram Sim y sus montes Zagros. Los salvadores nos ha demostrado la Historia como acaban: Iluminados. Luz. Peligro. Los sueños a oscuras no están de decoración y cada grito, me atrevería a interpretar, son las oportunidades que pasan. ¿Quién espera a quién? ¿Ellas a mi? ¿Yo a ellas? ¿Esperar?

Quien dice oportunidades dice sitios. O personas. O vida. Mientras tanto, grita.


Petición musical: A la sombra de una mentira (Rosendo)

viernes, 4 de junio de 2010

Coherencia entre cuatro minutos y unos segundos menos

Se habla mucho de lo fácil que resulta ejecutar un discurso preestablecido, normalmente de crítica, acerca de cualquier problema con el que nos topemos. Diagnosticamos la esencia de los males en cuatro o cinco píldoras moduladas al calor de algún sabio radiofónico y nos quedamos felices, con los oídos agradecidos. Mientras tanto, el cliché evanescente del que hemos hechos uso esperemos que no tenga la suerte de estar diseñado por alguna mente dogmática, de esas que analizan la realidad a través de sus filtros mentales, mas estrechos de lo que se imaginan. De lo contrario, no sólo tendremos felicidad, sino verdad absoluta. Peligroso, sobre todo con la cantidad de idiotas elevados a la enésima potencia que circulan altivos por calles y esquinas.

Como no soy tampoco ni suficientemente atrevido ni guardián de ninguna ortodoxia de las que construyen paraisos como para poner remedio a tanta cosa que va mal, sólo diré que la de aquel, que podría ir peor. Sin embargo, si me atreveré a rescatar del baúl de las esencias un par de detalles que nunca vienen mal para disimular la cojera interior. Por un lado, la constancia y la lucha indefinida; hay quienes lo llaman fe pero creo ese concepto lo reduce a algo pasivo, cuando realmente son las huellas de tus botas y tu creencia en lo que escondes y sabes que sólo desfila cuando el límite te repasa los tobillos. En definitiva, algo activo, un recodo de amargura para continuar, un escupitajo a lo concedido.

Por otro lado, una coherencia hija de la ética, de un programa de acción de ideales, de hechos y querencias, y no de soles sorteados según el que mas caliente. Este punto suele ser mas cómodo de de ejecutar con la boca, pequeña o grande. No creo ni pretendo que siquiera un gramo de lo que se ha acumulado hasta aquí se cambie. Si pensamos que ese es el propósito, no hemos entendido nada. Simplemente se trata de ir un paso más allá, no como concesión a la galería ni como palabras emotivas. Por supuesto, tampoco como jornada de aprendizaje, aún estamos lejos de aceptar cadenas de rabia disfrazadas de medias verdades. Puede que ni exista una fórmula que anticipe la tutela de este naufragio. Hay formas y formas de morir, ya lo demostró Salvador Allende. En base a ello, con la sangre un poco más manchada de lo habitual, pensaré que a veces, cuando realmente has conocido a la gente, merece la pena una distancia, aún a riesgo de injusticias. Hoy el no medita; el tiempo una vez mas marcará el compás de lo que cambio y lo que se rompió, o de lo que quedo en el limbo que hay entre ambos.

Por cierto, lo de morir para una ocasión mejor. Por ejemplo, cuando este sábado mordisqueemos el tartán durante casi cuatro vueltas. Pequeño amigo de frustraciones, lo naranja si que es una ausencia continua que siempre tienta a echar la última, sea masculino o femenino. No me atrevería a decir que fuera amor, ni tampoco sexo del barato, pero algo tendrá cuando te hace olvidar.


Petición musical: Ver el Sol (Malos Vicios)