La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

domingo, 22 de noviembre de 2009

Una de Cross

Como si el despertador hubiera sonado hace muchos siglos, de repente abro los ojos y sólo veo verde, manto resplandeciente en el que campan a sus anchas un centenar de finos y estilizados hombres. ¿Qué hago aquí otra vez? ¿No tuve bastante ración la anterior ocasión? En el fondo, estás dos preguntas son de cara a la galería porque hacer progresivos y cruzarte en la espera del pistoletazo de salida con lo mejor del campo a través nacional e internacional te hace convertirte en un privilegiado. Eso si, disfruta, que dura poco, que ellos van en moto y tú eres un mortal más.

Atrás han quedado las discusiones sobre que clavos ponernos, las quinielas de si habría barro o no, las risas en la frugal cena de unas horas pretéritas, la habitación, las ganas de ver el circuito y hacernos una lejana aproximación de lo que nos espera. Ahora estoy sólo, una fina ironía viendo la cantidad de rostros carcomidos que me rodean. Aunque la soledad se hace llevadera en esa cuna del sufrimiento escondida entre profundos valles, un ejemplo muy cercano a eso que decidieron llamar paraíso. Euskadi es una auténtica maravilla en todos los sentidos; si a eso se le añade la pasión que describe y los valores que lleva implícito el campo a través, habremos logrado juntar el escenario idílico con la grandeza absoluta de esta dura especialidad.

En fin, que solo estaba de boquilla; me acompañaban estos loables sentimientos que, sin embargo, no generan la suficiente adrenalina como para lanzarme hacia delante sin cabeza cuando se da la salida. He cogido el lado izquierdo de la cola de salida y en la vuelta pequeña asomo detrás de los 20-30 de cabeza, keniatas, ugandeses, castellanos y demás gentes de duro pelaje. Seguro que he chupado algo de cámara. En esas estoy, cuando me pasa un rubiales; miro y veo a Sergio Sánchez, internacional por España en los 5000 m.l en el último mundial de atletismo. Ya la has cagado, Alvarito, has salido demasiado rápido, y por arte de magia, las piernas me empiezan a pesar más de la cuenta, incluso más que la cabeza pensando en las cuatro vueltas grandes que hay por delante, incluyendo esas cuestas que han hecho entrar en la mitología el circuito de Ellakauri.

Me recompongo, intento tirar de brazos y coger una marcheta aceptable, aunque ciertamente, voy mas atrancado que otra cosa. Como una película que se repite casi siempre, pienso en salirme del circuito como una rata, que sufra otro por mi hoy. Sin embargo, algún Pepito Grillo me susurra… cobarde… ¿no tendrás valor?... no, no lo tengo. La gente anima en la zona de las curvas de 180 grados en las piscinas, un falso llano engañosamente favorable antes de llegar al pastizal que nos aguarda debajo. Aquí ya va todo Dios a fila de uno, ni amigos ni enemigos, sólo veo penitentes, al menos entre los que corremos, los que vuelan no lo se. En la segunda vuelta grande (km 5) parece que las malas sensaciones son sustituidas por la sensación de que ya las piernas van bloqueadas a ese ritmo, y no es un buen asunto por lo visto ya que, a cuentagotas, pero me van superando corredores. Hasta el Tato, pienso, en un alarde de desesperación. La cuesta hasta la pista “pica” sádicamente, me empiezo a notar las zapatillas de clavos un poco incomodas pero no es noticia, y realmente no me importa, en peores plazas hemos toreado, hay que llegar aunque sea sin pies.

Los ánimos de mi padre me empujan hacia delante: ¡Tengo que pegarme a los dos que llevo delante, que conozco a uno de vista (al otro los ánimos de sus conocidos por su nombre me han hecho reconocerlo) y se que son de mi misma categoría! Queda ya sólo una vuelta (km 7,5) pero yo estoy en barrena al menos, las piernas me dan para seguir como voy y gracias. Las batallitas de yo te cambio, tu chupas rueda y viceversa serán para mejor ocasión.

Lenta pero inexorablemente, de uno en uno, los metros entre ellos y yo van creciendo, no hay llano que valga para recuperar, sólo pienso en llegar y que me pase quien le de la gana. En la pronunciada bajada me animan unas niñas con acento vasco: ¡Venga melenas, que tú puedes!... en cuanto acabe me cortó la coleta, las melenas, y lo que haga falta. Nadie por delante a distancia prudente, el peligro puede venir por detrás, me avisa en una curva la hija de mi perseguidor con constante ánimos a su progenitor. Enfiló la última cuesta a la voz en euskera de algún espectador, espero que de comprensión ante el lamentable jeto que debo lucir, y al mirar atrás comprendo que nadie me quita ya este puesto. Última recta en la pista y fin. Un powerade y las gracias. Por un momento me paro por la nauseas y el cansancio acumulado y llegó a entender porque algo tan simple puede ser la más terrible de las drogas. Además, inocua. Se repite, de verdad, palabra de melenas.


Petición musical: Euskadi (Segismundo Toxicómano)

domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Qué hay detrás del miedo?

Ya se que lees esto. Será una buena excusa para ponerle algo de azúcar a este mal epitafio. No es ninguna justificación, en una relación ellas son un segundo plano, aún atreviéndome a concederles la categoría de ser. Dos personas forman un universo que sólo ellas lo entienden en toda su complejidad. De esta manera, aparcando los mojones ya conocidos del camino y las promesas que nunca fueron, me pongo en la misma piel que hace ya un año y poco, cuando tú (nunca fui yo) cerraste una puerta llamada fotolog para abrir otra. Hoy, la piel es la misma, pero no la tesitura.

Hace ya un tiempo precioso que la chica de muletas se cruzó por cierta vereda para hacer las noches de veinticuatro horas, esconder los besos detrás de algún césped o echar a volar, lágrima en ristre, en un horizonte que ganábamos pasito a pasito. Hubo mucho de adolescente en aquellos días, tan pronto un palmo por encima del suelo como al tiempo sin saber que significaba aquello de certeza. Sin embargo, la guerra la ganamos, se la ganamos a todas las ataduras presentes y pasadas de las que hasta hacía bien poco habíamos lucido orgullosos como vulgares latigazos de penitentes. Por mi parte, siempre mire hacia delante, con todas mis limitaciones, pero con la ilusión intacta, motor de cualquier aventura a la que el traicionero corazón te traslada. Tal vez, traicionero, mas que nunca, me hizo pagar la alegría en el pedaleo. Y la rutina, sedosa, me envolvió para hacerme creer que las cosas surgen por generación espontánea.

El olvido de lo que habíamos sido nos hizo imposible la comprensión, mutua y particular. Pasaban los días y las lluvias de primaveras vinieron a mojar la conciencia. Aquello carecía de preguntas, de afán de aprender, de responderse cada día de que la felicidad es porque si. La espiral nos pudo devorar pero no lo hizo. ¿Por qué? Por ti, porque aunque la primera persona del plural ha reinado hasta aquí, la fuerza, el espíritu, la lucha y el amor que no te cabe en el pecho, y, aunque no te lo creas, ha sido mi bandera lejana de sentirme alguien, lo has puesto tú. Así, me has empequeñecido aún más, curiosa metáfora y jodido sino a la vez, porque si en algún sitio estaba escrito que debía hacerte feliz, el ostión ha sido de órdago.
Al final, ante un inoperante frustrado metido a limpia bosques en horario de tardes, el latir que eres desde el pelo rizado pasando por los ojos hasta las manos colgadas del viento digo que ya valía, que uno puede ser un luchador de causas pérdidas hasta un límite. El veneno que siento sólo responde a la sensación de haber fallado a quien menos se lo merecía, a quien más carne puso en el asador. Supongo que en pocos días, cuando me queme algo por dentro, algo de verdad y no un chismorreo carne de cafetería y vea que no hay nadie al otro lado, será cuando los “te quiero” que me olvidé de decirte se me deslicen por la cara. Mientras tanto, en ese eterno papel de persona que llega tarde y mal, seguiré miope, confundiendo verdades con distorsiones, y sin saber corresponder lo que me dan. Se feliz. Por ganas, por ser y por sentir.



Petición musical: Hasta tres; 1) Que te quería (La Quinta Estación), 2) Pesadilla (La Oreja de Van Gogh) y 3) Cualquiera de Marea

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin reblar

Errar. Se pedía paciencia, tiempo, había mucho que construir; pero el tiempo se ha reinventado para ponerle alas a los minutos y dejar lista una tabla clasificatoria tan dulce como auténtica: Siete victorias y un empate. Hasta ayer, claro, que poníamos el pie donde la poesía se hace un septeto, allá por el mediodía ibérico.

Después de echar un vistazo en la prensa escrita que se hacía eco de las idas y venidas plasmadas ayer en el quijotesco (y nominalmente americanizado) pabellón ciudadrealeño, poco menos que cabe reconocer que el panfletario y egiptólogo plumilla del Heraldo Raúl Lahoz ha sido capaz, contra su costumbre, de alcanzar una versión ajustada del partido y de las sensaciones que lo rodean donde no sean sus ideas preconcebidas y sistemáticas las que lleven el guión de la narración. Desde la capital manchega, acostumbrados y hasta aburridos de lo mismo, por bueno que sea, se percibe un cierto aire de prepotencia al haber puesto en su sitio al díscolo equipo naranja. Claro, mirar desde el pedestal es un poco más fácil con los bolsillos llenos. Que disfruten… las mejores satisfacciones distan bastante de la artificialidad de ese proyecto.

A lo que vamos, derrota previsible en la cancha del mejor equipo del mundo actualmente (eso dicen los números). Reacciones a un lado, el análisis debe ser mucho más profundo. El CAI demostró ayer que, jugando al nivel mostrado, está en condiciones de ser el tercero en esta liga, sólo por detrás de Barcelona y los citados manchegos, hoy por hoy superiores gracias a la disponibilidad de 16 jugadores de primer nivel mundial ambos dos. ¿Razones de este salto? Varias; esto no es ningún ejercicio de fe sino la conclusión cierta de que la derrota acaecida deja muchas más cosas positivas que oscuras.

En primer lugar, impresionante nivel defensivo durante casi todo el partido, con un Koch Hansen exagerado (este mocete tiene un juego de piernas brutal) pero sería injusto no valorar la aportación general de todos los integrantes del 6-0 incluyendo al portero Pablo Hernández, que rindió igualmente a gran nivel. En segundo lugar, un ataque solvente frente al difícil 5-1 que había enfrente, sin regalar balones, moviendo y buscando opciones con la segunda línea, donde sólo dudo porque no jugo más minutos Larsson, soltando a lo grande el brazo (plano táctico, guardarlo hasta el final pero igual lo dejamos demasiado sentado). Ciudad Real logró despegarse con un parcial 6-2 en el minuto 35 gracias al inconmensurable Sterbik, grandioso con su 60% de acierto, y las transiciones en forma de relámpago que producían sus paradas. Es curioso ver como algunos medios locales hablan de la “agobiante defensa que ahogó a los maños”. Agobiante era ya que ver al avanzado colgarse los hombros de nuestros primeros líneas, a Morros echar el brazo al cuello de cualquiera que pasara por allí o a J. Fernández ponerse un apartamento dentro de su área. Y denigrante era también ver como esto pasaba de largo para los dos de negro en un lado y en el otro nos cosían a exclusiones para evitar problemas (algunas de risa como la de Maqueda en la segunda parte). Aún así, los 6 tantos de ventaja logrados por los locales nunca se fueron más allá: Algunos dirán que por relajación del equipo en franquicia, mas bien dio la sensación de que el conjunto naranja jamás de descompuso, y esa maquina llamada Sterbik sacando balones imposibles desde los 6 metros contribuyó (junto con el par de esbirros de turno, recuerden) a sofocar una posible revuelta de unos jugadores que sólo bajaron la cabeza ante esa latigazo, esos 10 minutos de bajón que los humanos tienen y los otra galaxia no. De otra Galaxia Sterbik, de otra constelación la conexión, genial conexión, del chaparrudo a la par que inteligente Chema y el tremendo (fuera el sombrero) Aguinagalde, un martillo pilón que no perdona.

En definitiva, las esencias de este equipo siguen siendo muy creibles y generan más que la ilusión, la cuasi certeza de que se puede hacer algo bonito: Fe, fortaleza, colectivo, lucha,… Si a esto le añadimos la calidad individual de los componentes y que Sifré no intente colárselas a Sterbik por el sitio que no existe entre sus piernas, la pócima mágica está bien de sal.


Petición musical: Romance a Durruti (Guerrilla Urbana)