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viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin reblar

Errar. Se pedía paciencia, tiempo, había mucho que construir; pero el tiempo se ha reinventado para ponerle alas a los minutos y dejar lista una tabla clasificatoria tan dulce como auténtica: Siete victorias y un empate. Hasta ayer, claro, que poníamos el pie donde la poesía se hace un septeto, allá por el mediodía ibérico.

Después de echar un vistazo en la prensa escrita que se hacía eco de las idas y venidas plasmadas ayer en el quijotesco (y nominalmente americanizado) pabellón ciudadrealeño, poco menos que cabe reconocer que el panfletario y egiptólogo plumilla del Heraldo Raúl Lahoz ha sido capaz, contra su costumbre, de alcanzar una versión ajustada del partido y de las sensaciones que lo rodean donde no sean sus ideas preconcebidas y sistemáticas las que lleven el guión de la narración. Desde la capital manchega, acostumbrados y hasta aburridos de lo mismo, por bueno que sea, se percibe un cierto aire de prepotencia al haber puesto en su sitio al díscolo equipo naranja. Claro, mirar desde el pedestal es un poco más fácil con los bolsillos llenos. Que disfruten… las mejores satisfacciones distan bastante de la artificialidad de ese proyecto.

A lo que vamos, derrota previsible en la cancha del mejor equipo del mundo actualmente (eso dicen los números). Reacciones a un lado, el análisis debe ser mucho más profundo. El CAI demostró ayer que, jugando al nivel mostrado, está en condiciones de ser el tercero en esta liga, sólo por detrás de Barcelona y los citados manchegos, hoy por hoy superiores gracias a la disponibilidad de 16 jugadores de primer nivel mundial ambos dos. ¿Razones de este salto? Varias; esto no es ningún ejercicio de fe sino la conclusión cierta de que la derrota acaecida deja muchas más cosas positivas que oscuras.

En primer lugar, impresionante nivel defensivo durante casi todo el partido, con un Koch Hansen exagerado (este mocete tiene un juego de piernas brutal) pero sería injusto no valorar la aportación general de todos los integrantes del 6-0 incluyendo al portero Pablo Hernández, que rindió igualmente a gran nivel. En segundo lugar, un ataque solvente frente al difícil 5-1 que había enfrente, sin regalar balones, moviendo y buscando opciones con la segunda línea, donde sólo dudo porque no jugo más minutos Larsson, soltando a lo grande el brazo (plano táctico, guardarlo hasta el final pero igual lo dejamos demasiado sentado). Ciudad Real logró despegarse con un parcial 6-2 en el minuto 35 gracias al inconmensurable Sterbik, grandioso con su 60% de acierto, y las transiciones en forma de relámpago que producían sus paradas. Es curioso ver como algunos medios locales hablan de la “agobiante defensa que ahogó a los maños”. Agobiante era ya que ver al avanzado colgarse los hombros de nuestros primeros líneas, a Morros echar el brazo al cuello de cualquiera que pasara por allí o a J. Fernández ponerse un apartamento dentro de su área. Y denigrante era también ver como esto pasaba de largo para los dos de negro en un lado y en el otro nos cosían a exclusiones para evitar problemas (algunas de risa como la de Maqueda en la segunda parte). Aún así, los 6 tantos de ventaja logrados por los locales nunca se fueron más allá: Algunos dirán que por relajación del equipo en franquicia, mas bien dio la sensación de que el conjunto naranja jamás de descompuso, y esa maquina llamada Sterbik sacando balones imposibles desde los 6 metros contribuyó (junto con el par de esbirros de turno, recuerden) a sofocar una posible revuelta de unos jugadores que sólo bajaron la cabeza ante esa latigazo, esos 10 minutos de bajón que los humanos tienen y los otra galaxia no. De otra Galaxia Sterbik, de otra constelación la conexión, genial conexión, del chaparrudo a la par que inteligente Chema y el tremendo (fuera el sombrero) Aguinagalde, un martillo pilón que no perdona.

En definitiva, las esencias de este equipo siguen siendo muy creibles y generan más que la ilusión, la cuasi certeza de que se puede hacer algo bonito: Fe, fortaleza, colectivo, lucha,… Si a esto le añadimos la calidad individual de los componentes y que Sifré no intente colárselas a Sterbik por el sitio que no existe entre sus piernas, la pócima mágica está bien de sal.


Petición musical: Romance a Durruti (Guerrilla Urbana)

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