La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

martes, 13 de julio de 2010

Hay noches que merecen un bis

O al menos eso decía una campaña promocional de whisky de no hace demasiado tiempo, y seguramente pocas veces he tenido tan claro un titular como este. Pocas cosas hay tan valiosas como notar que el tiempo no ha pasado, que ese regreso que siempre es mitad idílico mitad mitológico, por un momento es la realidad mas presente. No ha habido recorrido de ningún tipo, nunca nos hemos movido realmente de ese césped del parque al que hemos malacostumbrado a abrirle el corazón en canal. Supongo que los aditivos que nos metimos entre pecho y espalda ayudarían pero dejan de ser los protagonistas cuando a la mañana siguiente no juras en su nombre, sino que mantienes esa sonrisa que alimenta el pasar de imágenes vividas, limpias de polvo y paja.

La condición de veterano, si finalmente se cumple este Agosto en tierras portuguesas, sólo me hace recordar que en todas las aventuras anteriores, con protagonistas que entran y salen, pero con un núcleo duro bien reconocible, el brindis que simultaneamos este sábado encontró su punto de fusión un caloroso Julio en el Circo Máximo romano, cuando la música de Génesis ya había tocado a su fin, y creo recordar que, más allá de las moneditas de la Fontana de Trevi, me conformaba con volver a brindar un año después. No uno, cuatro después, en la misma tesitura, después de un año difícil, en medio de risas, alguna sonrisa cómplice y también un guiño a esa simpatía continuada y sin prejuicios, trenes que van a la Coruña y profundidad para pararse a ojear aquello con lo que el camino, nuestros caminos, nos quieren sorprender, hemos tenido el placer de ver que viejas promesas no sólo se cumplen, sino que además son verdad. Como la amistad.



Petición musical: Spiz (Animales Muertos)y alguna de Pitingo, que con eso de que van a ser el puntazo del Lumbreiras...

lunes, 5 de julio de 2010

Tretas

Con un poso de calma y un rato de aire razonablemente agradable para estos lares del calendario, se enfila la patente de un fin de semana de aquellos que demuestran que los minutos son tan relativos como los categorías morales que les podamos atribuir. Es innegable que resulta poco menos que difícil la pervivencia cuando los esquemas que uno maneja se tambalean hasta darse de morros contra lo que hasta hace un momento nos sujetaba. No hay tiempo para recitar bellas y celebérrimas máximas de esa eterna dialéctica de lucha que alumbra nuestro deambular, no. Tampoco es cuestión de ceñirse a ese enemigo, real o no, o a la melancolía malcarada que un presente que no existe nos cambia, regalo envenenado con apariencia de Santa Compaña.

Entre dudar y creerse que puedes llegar a estar con todo bajo control y conocimiento, discurre una sinuosa pista, con cierto lujo de suicida, que tiende a confundir tus actuaciones y percepciones con las de otros, las cuales perfectamente pueden ser diametralmente opuestas. El pequeño ejemplo de este viaje de ida con posibilidad de ser resumido en fugaces miradas o palabras aparentemente inconexas puede concebirse como un puñado de ilusión. Ese poso con el que hemos empezado a veces sobrepasa su propia concepción para hacerte tragar cualquier atisbo de locura y, en definitiva, me impide preguntarme si acaso me molesta que se haya roto ese compás, fino compás, que puso un par de latidos a tejer pulso hace ya un tiempo y que, sin invitación previa, ha sido un pilar de sustentación en este devenir. Tiene su merito porque aunque la tecnología avanza no es ella precisamente la que da significado a las continuas situaciones y es precisamente ese significado el que, como dos idiomas distintos, yo, experto en triquiñuelas y construcciones pavorosas de triple sentidos en frases que nunca se quisieron complicar la vida, me he columpiado al buscar entenderlo.

No es el momento de debatir donde empieza lo maniqueo y donde acaban las tonalidades, ni de auto proponerse para pastelón del año o listillo que no acabó de entender que existían opciones mas allá de su parietal. Ha sido todo muy etéreo, una compañía con un buen sabor ligado a su carácter intrínseco de indefinición, un espejo de aprendizaje continuo, sin principio ni final. No hay motivo para la desolación. Sin embargo, esa aceleración de la historia tan aficionada a las semanas que empiezan en Viernes ha puesto en el regazo a partes iguales un plazo de sonrisa tras tanto desatino y una desesperanza porque por primera vez se ha caído las mascaras, fin de los guiños y bienvenida a la sexta marcha.

Así que, como masturbarse suele ser un buen remedio para el mal de amores y esto que pinta por aquí tiene bastante mas carrete que todo eso, por mucho que sea materia, te recordare si te acercas por aquí que tu eres mi Costa Brava. Nunca te lo diré a la cara me imagino, porque detrás de tanto fanfarrón hay alguien demasiado pequeño para tanta tela que cortar en un mundo muy cabrón. Por miedo a una risa, a esa traducción incorrecta, al eterno “yo pensaba…”, que a fin de cuentas no esta el horno para moñas ¿no? Pero, este grito al vacio aquí sirve de testigo a todo y a nada sólo lo pueden entender completamente, o en parte, aquellos que viven de cerca o habitan dentro de lo que se me ocurre pensar y sentir. Tú llevas mas asiento del que seguramente te piensas desde hace mucho y si, por fin, algún día nos vemos de nuevo, sobrios o no, viendo a Barricada o con el ojo puesto en Irati, quedan estas palabras como memoria escrita de que mentiría si dijera que no siento algo por ti.


Petición musical: Lola (Cicatriz)