La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Qué hay detrás del miedo?

Ya se que lees esto. Será una buena excusa para ponerle algo de azúcar a este mal epitafio. No es ninguna justificación, en una relación ellas son un segundo plano, aún atreviéndome a concederles la categoría de ser. Dos personas forman un universo que sólo ellas lo entienden en toda su complejidad. De esta manera, aparcando los mojones ya conocidos del camino y las promesas que nunca fueron, me pongo en la misma piel que hace ya un año y poco, cuando tú (nunca fui yo) cerraste una puerta llamada fotolog para abrir otra. Hoy, la piel es la misma, pero no la tesitura.

Hace ya un tiempo precioso que la chica de muletas se cruzó por cierta vereda para hacer las noches de veinticuatro horas, esconder los besos detrás de algún césped o echar a volar, lágrima en ristre, en un horizonte que ganábamos pasito a pasito. Hubo mucho de adolescente en aquellos días, tan pronto un palmo por encima del suelo como al tiempo sin saber que significaba aquello de certeza. Sin embargo, la guerra la ganamos, se la ganamos a todas las ataduras presentes y pasadas de las que hasta hacía bien poco habíamos lucido orgullosos como vulgares latigazos de penitentes. Por mi parte, siempre mire hacia delante, con todas mis limitaciones, pero con la ilusión intacta, motor de cualquier aventura a la que el traicionero corazón te traslada. Tal vez, traicionero, mas que nunca, me hizo pagar la alegría en el pedaleo. Y la rutina, sedosa, me envolvió para hacerme creer que las cosas surgen por generación espontánea.

El olvido de lo que habíamos sido nos hizo imposible la comprensión, mutua y particular. Pasaban los días y las lluvias de primaveras vinieron a mojar la conciencia. Aquello carecía de preguntas, de afán de aprender, de responderse cada día de que la felicidad es porque si. La espiral nos pudo devorar pero no lo hizo. ¿Por qué? Por ti, porque aunque la primera persona del plural ha reinado hasta aquí, la fuerza, el espíritu, la lucha y el amor que no te cabe en el pecho, y, aunque no te lo creas, ha sido mi bandera lejana de sentirme alguien, lo has puesto tú. Así, me has empequeñecido aún más, curiosa metáfora y jodido sino a la vez, porque si en algún sitio estaba escrito que debía hacerte feliz, el ostión ha sido de órdago.
Al final, ante un inoperante frustrado metido a limpia bosques en horario de tardes, el latir que eres desde el pelo rizado pasando por los ojos hasta las manos colgadas del viento digo que ya valía, que uno puede ser un luchador de causas pérdidas hasta un límite. El veneno que siento sólo responde a la sensación de haber fallado a quien menos se lo merecía, a quien más carne puso en el asador. Supongo que en pocos días, cuando me queme algo por dentro, algo de verdad y no un chismorreo carne de cafetería y vea que no hay nadie al otro lado, será cuando los “te quiero” que me olvidé de decirte se me deslicen por la cara. Mientras tanto, en ese eterno papel de persona que llega tarde y mal, seguiré miope, confundiendo verdades con distorsiones, y sin saber corresponder lo que me dan. Se feliz. Por ganas, por ser y por sentir.



Petición musical: Hasta tres; 1) Que te quería (La Quinta Estación), 2) Pesadilla (La Oreja de Van Gogh) y 3) Cualquiera de Marea

1 comentario:

  1. La elegancia y el estilo son dos atributos con los que se nacen, y siempre es mejor reconocer los errores propios y las maneras de actuar personales que cargar las culpas al de al lado cuando una relación fracasa.

    En ese sentido, valora tú mismo si debieras sentirte orgulloso por el texto más arriba perpetrado. Yo considero que sí, pero tampoco me hagas demasiado caso, soy un inconsciente.

    Me ha gustado. Y, en fin, no sé si tendrá excesiva utilidad, pero la virtud de alguien que realmente merece la pena también es saber perdonar y otorgar segundas oportunidades. Más aún cuando la redención se muestra tan evidente en forma de letra negra sobre fondo azul marino. Horrenda por cierto, aconsejo cambiarla. Pero ya sabes, soy un inconsciente al que no merece la pena demasiado hacerle caso.

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