Después de unas necesarias (y numerosas) horas de sueño, con el cuerpo más templado, me he conectado a Internet en busca de las huellas que ha dejado en los periódicos de tirada regional el partido del CAI ayer. La eliminación en cuartos de final de la copa EHF transcurre a través de dos hipótesis de trabajo, según lo visto: Mientras Raúl Lahoz, eterno mangurrián, lo achaca al arbitraje e incluso eleva tintes a corporativismo alemán en la Federación, Raquel Machín, en una perspectiva más fría, analiza el partido correctamente aunque, en mi opinión, con una cierta inclinación a pensar que esta historia ya estaba escrita de antemano. Yo, a lo Tony Blair, me atrevo a abrir una tercera vía, espero que con mejores resultados.
En primer lugar, hay que felicitar al equipo. La foto de la desolación que publica Heraldo (http://www.heraldo.es/uploads/imagenes/_9459877_249e09bc.jpg) es la más viva imagen de un conjunto que ayer se dejó toneladas de corazón en la pista. Así se puede caer, con la cabeza bien alta. No deja de ser un topicazo pero por ello no menos cierto. Cuando alguien da todo, bien lo sabemos aquellos que practicamos deporte, no tiene reproche posible. Sólo apostaré por una nota discordante: Ya cuando sucedió la polémica del tiempo muerto del Lemgo, a falta de un minuto y con la eliminatoria decidida, con la sangre hirviendo tuve la sensación de que los reproches de los jugadores del CAI a esa actitud y la posterior trifulca no era lo adecuado a un saber perder. Me explico: La reacción ante la chulería alemana del tiempo muerto es perfectamente entendible y es otro ejemplo de la rabia que se siente ante una provocación después de una enconada lucha. Sin embargo, ya que ellos habían dejado claro que no saben ganar, deportistas de pocilga, vamos a demostrar nosotros que si sabemos perder y en vez de liarnos a palos, vamos a jugar a muerte el último minuto y a ganar de tres mejor que de dos. En definitiva, comulgo con lo expresado por Mariano Ortega en la de presa, a mi tampoco me ha gustado la actitud del equipo en el último minuto, nos hemos puesto a su altura. Es entendible, no justificable.
En segundo lugar, consideremos la eliminatoria en su conjunto con unas cuantas pinceladas. A priori, éramos inferiores, pues estábamos ante un equipazo, a Dios lo que es de Dios… Pese a ello, en los ciento veinte minutos de eliminatoria nos hemos ido a casa por diez malos, bendita regularidad. Olvidémonos de focalizar los males en los árbitros. No digo que no tengan su parte pero no son el “Deus ex machina” en mi opinión. Allí, en Alemania, el equipo debía manejar unas quinielas, siempre en mí opinión repito, de no más de cinco goles de desventaja. Hasta el minuto cincuenta, seguíamos en cuentas, con más merito si cabe después de haber empatado tras un mal inicio, ya que entrábamos tres abajo. Diez minutos finales que con una serie de pérdidas en ataque les permitieron fusilarnos al contraataque y llevarse un botín muy preciado: Siete goles. Esos diez minutos grises se revestían de losa insalvable para el partido de vuelta. ¿Por qué? Porque otra clase acelerada de épica a orillas del Ebro necesita de un partido más que perfecto si el que tienes enfrente se llama Lemgo (si, un equipazo, nivel Ademar o Valladolid en Asobal). Los señores del silbato no dudo que fueran caseros y dejaran dar a los alemanes más palos de los permitidos, no vi el partido para aseverarlo; contra eso poco podemos hacer. Ciertamente, si nosotros nos podemos a defender a un nivel más agresivo, con toda seguridad vamos a ser más castigados que ellos, por desgracia casero y equitativo son antónimos. Sin embargo, el físico creo que también nos hizo llegar con pies de barro al final y esas pérdidas de balón en ataque me huelen a las del día contra Ciudad Real en esta última copa del Rey, ese momento en el que hace falta un jugador grande que asuma responsabilidades. En fin, la realidad es poliédrica, no nos escudemos detrás de un único factor, por real que sea.
En tercer lugar, movemos el objetivo a la vuelta, ese partido colocado con mucho tino en un Domingo de Resurrección. Empeñados o empujados, pero dispuestos a nadar contra corriente, a pegarnos contra el mundo y parte de la luna. En el ambiente resonaban los timbales de victoria contra el Trimo o el nivel mostrado contra el Ciudad Real hace apenas una semana. De nuevo, la gente respondía, alrededor de cuatro mil personas con ganas de empujar, de gritar (que se grita en Zaragoza más de lo que alguno se piensa), de hacer sentir, el consabido octavo jugador que podía hacer patente una superioridad con llave a las semifinales. Respecto a la dialéctica afición/ presión- arbitraje, me temo que Zaragoza no responde a las coordenadas geográficas turcas o griegas, ni siquiera conquenses (menos mal, vaya banda de impresentables estos últimos), de manera que, con nuestras civilizadas limitaciones, pienso que la fuerza de la grada se hizo presente. Otro elemento irreprochable, uno más. Y otra cosita a tener muy en cuenta responde al nombre Michael Krauss, porque suele dar la casualidad que a este tipo de jugadores les da igual mil que diez mil gargantas. Cuando piden el balón, sólo ven las mallas de la portería y, para desconsuelo de nosotros sus rivales, no padecen de miopía. Si, es increíblemente bueno, y, es de cajón, lo se, a nosotros nos falta uno de esos, el faro que emite luz aun cuando la tormenta arrecia. Ayer, ya estilete ya guardaespaldas de esa otra maquinorra llamada Glandorf, se las apañó para manejar a la perfección los tiempos de sus ataques y culminarlos con éxito. ¿Defendimos mal? No, jugamos a un nivel sobresaliente, atrás y adelante, cerramos el martillo que nos había fundido en la ida, el amigo Preiss. Eso nos constó ceder muchas veces ese mínimo espacio que necesitan gente excepcional como Glandorf (excepcional si, que no nos las enchufaba cualquiera, no se nos olvide) para que la primera línea nos atornillara. ¿Una mixta sobre el alemán con ese genio que responde al nombre de Amadeo Sorli? Tal vez, sobre todo cuando el alto nivel físico y técnico del partido nos decantó las primeras ventajas palpables por defecto de ellos (y continuado exceso nuestro), tres y cuatro goles, allá por el minuto veinte. Sinceramente, los tuvimos muertos, ese fue el momento. Ellos no se lo esperaban, siempre tan altivos, y se veían cuatro y cinco goles abajo antes del descanso, la gente arremangada y un Abel Lamadrid al que sólo le deseo un futuro como sus ganas. De momento, está en el camino, porque los movimientos que tuvo ayer en ataque muestran una progresión excelente del cantabro. Antes, Arrhenius había hecho un trabajo inconmensurable generando espacios para una primera línea capitaneada por el multiplicador Ruiz Casanova y un Antoñito Cartón en enésima potencia desde la esquina. Ellos tocados, muy tocados, nosotros bailando agarrados con la eliminatoria, lo teníamos todo para ligar, pero en el camino se nos quedaron los detalles, esos que distinguen a los perfectos de los que meten cabeza en la Historia. El contra ataque de Grebenar, los dos penaltys que regalamos, el gol de Maqueda que decidieron no dar porque sí, Arrhenius errando desde seis metros…. Cuatro goles al ecuador; a los alemanes la muerte les había susurrado al oído, pero era sólo eso, un temblor vago. Y una amenaza para nosotros en forma de portero, Lichtlein, que había salido con duende (tres paradones seguidos). Los vestuarios podrán hablar pero la sensación de haber dejado algo en el aire cuando te estás jugando hasta la ultima gota de oxígeno era algo que pesaba. Mejor dicho, les habíamos cedido parte de nuestras creencias a los alemanes.
Pero no, a esta gente no hay que darle ni la hora. El que esto escribe creía que aun teníamos la última baza, la resurrección de ese navarro transfigurado en San Fermín, un Iñaki Malumbres que, como otro jugador de primerísimo nivel que es, se crece cuando todo pinta mal. No había cuajado una buena primera parte y aún así estaban a cuatro goles… blanco y en botella. Sin embargo, Mariano apostó por Pablo Hernández. Es fácil abrir a toro pasado, demasiado fácil incluso, pero no se si fue un cambio acertado. Iñaki se fue del partido, algo reprochable sin duda alguna, y Pablito no las olió. Ellos salieron enchufados en defensa, cubiertos por un portero enrachado, y lograron estabilizar las diferencias en un par de goles durante casi toda la primera parte de la segunda mitad. Ahí se nos fue la eliminatoria. Volvería Malumbres, volvería a crecer la defensa, volverían los fallos esos que se oponen a cualquier tipo de milagro, también las ventajas al filo de lo imposible, pero los músculos empezaban el proceso de recalentamiento y sólo con los latidos los lanzamientos no llevan la fuerza suficiente. En otro partido, nos habría valido para una victoria de gran calado. Hoy hacía falta más, entre todo nos pusimos el límite en el terreno de los sueños. Como ejemplo valga los ataques realizados durante los últimos diez minutos, con los alemanes aguantando el chaparrón de unas embestidas cegadas de dolor, ese dolor de ver que algo se evapora entre tus manos. Todos sabemos como acabó la película. Y seguro que también sabemos que la ovación no fue gratuita. No se Mariano, alguna rotación mas… Koch- Hansen para ayudar atrás y tener frescos a más gente. Preguntas para el aire.
Por último, el horizonte. Seamos prácticos, esto se acaba, apenas quedan siete jornadas y estamos en ventaja para ser cuartos, lo que sería una campanada de dimensiones considerables. Jugando como ayer, si, es posible. Tenemos otras sietes finales, otros sietes Lemgos a los que enseñarles, tirando de casticismo, que Zaragoza no se rinde. El plano físico va a ser vida en este final de temporada. Creo que Mariano sabrá levantar y catalizar todo el cúmulo de sentimientos y aspiraciones que han quedado flotando después de este partido. Ademar tiene que venir aquí con el amigo Doder, vamos a recibirlo como se merece después de tomarnos el pelo durante un año entero. Granollers y Antequera son dos salidas donde se tiene que demostrar cual es nuestro escalón. Construyamos el futuro con ayer de cimiento, que merecerá la pena.
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