La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

domingo, 16 de enero de 2011

Atrapado, de noche y sin humo

Ajeno al yugo que inexorablemente se acerca, he dejado de pedalear por un momento pero no por ello he sido capaz de hacerme a la idea de lo diferente que resulta todo. De la soledad que implica la responsabilidad y de lo inservible que resulta ver las mismas caras conservadas en el tarro de las esencias que, forzosamente contorsionadas, danzan a mi alrededor. Hay veces que incluso me viene a la memoria un paisaje de pesadilla digno de un párvulo. Pero me temo que una síntesis de poesía mal avenida con esta rabia no tiene hueco en este codazo al cielo. No por tardar dejan de merecer la pena planteamientos recogidos de viejas elecciones ya que, a fin de cuentas, el zurrón está trenzado con más detalle allí donde se cobijan los errores que no fueron aciertos por tembleque, que no por convicción. Y no sólo eso cuenta: Hacer pensar a los demás es una virtud al alcance de pocos.

En definitiva, estamos encima de la nada, riéndonos por fuera porque realmente por dentro nos hemos dado ya unos cuantos golpes entre tanta oscuridad. Se podría resumir en que estamos acojonados. No nos hemos querido dar cuenta de que no son las olas todo lo que rompe ni espejismos todo lo que creemos ver. Si hubieran parado en una unidad que no correspondiese al tiempo esta noche sin humos que nos montaron tal vez, voraz y sin concesiones, como debe ser, nos habríamos podido dar la vuelta para salvar los puñados. Ahora no es posible. Nos vemos pero no nos tocamos. Han cambiado las reglas, las han transformado en cadenas y nos han condenado a mirarnos mientras pende encima de nuestras cabezas toda la hipocresía que nunca supimos contar. Ni amigos ni enemigos, sólo un rato de consciencia que nos reta a jugarnos el siguiente paso solos. Con la mirada de pie. El que pueda y el que sepa, pese a todo.


Petición musical: Odio (Segismundo Toxicómano
)

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