La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Destino desconocido

Vivimos en una tierra con un espíritu demasiado libre como para encuadrarlo en doctrinas reduccionistas y manipuladoras como los nacionalismos. Olvidados en este corredor donde la estepa nos estremece ya sea con el gris en invierno o con el rojo derretido en verano, crecidos y adultos con un pasado que nos hace levantar la cabeza y un presente robado, a medio camino de todos los sitios, con un crecimiento destinado a unos pocos kilómetros y el drama cotidiano de la maleta, aquella en la que nunca caben las raíces. Sin embargo, el aragonés, lejos de amilanarse, jamás pierde la esperanza de un mañana menos sufrido, guardando un sitio para que el corazón funcione a tirones cuando la cosa ya no pueda ir a peor, cuando el fondo sea ya sólo un vago recuerdo.

En esas andamos, en la tan merodeada crisis, en la que puede que sea la última puerta para el paraíso. Sin complejo de víctima, pese a los cargos que imputan a las economías colonialistas, buitres malparidos difícilmente conformes con su ración de sangre (y ya llevamos unas cuantas décadas), pero mal colocados en esta última vuelta del capital. Atrás, con el localismo enemigo de la “rica” Zaragoza, enemigo fácil para el que no entiende que a todos nos dispararon al mismo tiempo, mirando desde abajo lo que ondea en algún despacho de traje y corbata. Sin embargo, la tierra hace, su dureza vivifica, y cuanto mayor es el reto, mas grande surge esa fuerza de reivindicar algo que nos une, por encima de las simplificaciones políticas pero no de las personas; mas allá de ideologías, sentimientos del todo a cien y bobadas repetidas como loritos por mentirosos conformes, se nos llama como personas finalizadas en si mismas a una creencia de correspondernos con ese lugar con el que no mantener un idilio es resistirse a lo imposible, ponerle coto al último reducto del azar.

El sentir aragonés, que no el ser homogéneo y racista que propulsan aquellos que nacen del poder y del dinero, sale cuando la tormenta arrecia. Ejemplo de ello es la lucha continuada desde los últimos años contra el Trasvase del Ebro. Nos movemos por arenas movedizas y no es difícil caer en las redes de engañabobos movidos por sus propios intereses. La formula para afrontar esto sólo puede venir de la coherencia de ideas y de la firmeza de creencias, de la amplitud de miras y el entendimiento de la perversión que supone anteponer a la persona y su mundo el cosmos ideológico- fanático de aquellos ajenos al sentir de nuestra tierra, paradigma de sacrificio, lucha y humildad. En definitiva, pensamos en aragonés, olvidando razas y delimitaciones, definiciones para separar, para formar, para olvidar. El ser persona siempre es lo primero, y eso está por encima de todo lo que venga después; el sentir un camino paralelo a lo que nos vio nacer es la suerte de sonreír cuando la carretera marca la llegada al rincón del polvo, la niebla, el viento y sol. Las demás extrapolaciones son carne de cañón sobrante.

Ahora tenemos frente a frente un partido que, por desgracia, no se juega en un campo al que podamos siquiera acceder. La planta de Figueruelas tiene sus días contados y no hay nada que podamos hacer: por mucho empeño que pongamos, esta batalla sólo es un minúsculo escarceo en una guerra que, como siempre, salvo milagro o derivados, perderá el trabajador. El escenario es global y no es más que una continuación de la lógica capitalista que subyuga a los poderes políticos comparsas que tenemos y traslada sus medios de producción a dónde sus tentáculos pueden destripar mejor al trabajador. Si no entendemos esto, es complicado enfocar la lucha más allá de un mero simbolismo. La planta zaragozana es un ejemplo más de quien impone las disposiciones y de la máxima que impera, el beneficio mayor por encima de cualquier cosa. Se acabó el cuento, al menos aquí; tendremos que volver a inventarnos la historia si nos dejan coger el teclado. Pero, entre tanta bruma, los aragoneses hemos vuelto a hacer nuestro ese futuro que nos espera, hemos salido a la calla a decir que seguimos aquí y que donde va uno, vamos todos. Da mucho miedo ver a un periódico tan rancio como el Heraldo haciendo oposiciones a Diagonal, también asusta que los amiguetes de la gaviota vayan detrás de una pancarta peleando por el trabajador (cuando ellos, como los socialdemócratas, predican las delicias del sistema vigente y sus límites en constante expansión). Sin embargo, conscientes o no de sus incoherencias, consciente el que esto escribe o no de que las cosas no son tan fáciles, el camino ha vuelto a juntarnos mirando al horizonte. Queda la duda de averiguar que sabremos construir desde las antípodas del pensamiento.


Petición musical: Cuerdas de papel (A La Pua)

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