La Historia es nuestra y la hacen los pueblos

martes, 25 de mayo de 2010

Costa Brava

Me lo imagino, recalco el verbo imaginar, como una calle con olor a salitre. Al fondo, en algún sitio indeterminado, el asfalto le entrega el testigo a la arena y al mar, sin ningún tipo de transición entre ambos contextos. Arriba, el cielo se ha teñido de ese azul marino que delata a los amaneceres, esa pequeña fuerza con la que, a la vez que eclosiona una nueva esperanza de noche próxima, pone encima de la mesa un minuto de pausa para pensar. Para pensar en nada. Mejor para parar en marcha el tren del tiempo y relamerte como si fuera lo último a lo que estás dispuesto.

Pero ese cielo ni es causa es consecuencia, tan sólo un magnífico atrezzo a la altura de lo que se desarrolla abajo. Entre esas viejas naves abandonadas, compañeras de jerga melancólica de aquello que, en irónica paradoja, fue y se fue, en algún escalón, no necesariamente de un portal, se encuentran dos manos tímidas. No se entrelazan. No han sido nunca de ajustarse a los cánones. Ni siquiera se miran a los ojos. Se entrecorta algún suspiro, seguramente de resquemor ante el final de lo que unas horas de sueño convertirá en algo inalcanzable, en otro reducto de pleitesía de la memoria propia.

Esta situación no es una condena, no tiene un significo propio. Las dudas se anticiparon, suponiendo que se dudara de algo que siempre fueron meros guiños, o simplemente ilusiones. Al quedarse en ese papel difuso, la noche que toca a retirada ha tenido tiempo para explayarse a gusto. Para darle una segunda oportunidad a las coincidencias, a esa tendencia al infinito de la que presume el azar. Ahora que toca ponerse de pie y enfilar caminos diferentes, te das cuenta de la cantidad de veces que te mueves bajo impulsos, bajo percepciones que no necesitan amparo racional. Y encima te queda la asquerosa sensación de que cada vez que planteas diez segundos de reflexión, sólo es para divagar y no para sentir.

Puede que la noche, el portal, la calle, el bar, tus ojos, los míos, sólo hayan sido un alto en el camino. Tal vez es el eterno problema de querer meter todo en unos límites, en una película repetitiva. Querer ejecutar cualquier aprecio cualquier cariño en una historia, de amor, de desamor, de presente, de futuro. Esta noche no se volverá a repetir. Esas palabras que se disparan cuando la persona de al lado así de fácil te lo pone. Esas ganas de correr hacia esa playa que parece atisbarse al fondo. Y, por supuesto, los besos, signifiquen lo que signifiquen. No te negaré, sin embargo, que era tu voz mi principal escama. ¿Cómo sonaría? A falta de tu corazón y de mi esperanza, me entregaste tu voz.


Seguro que suena como ese mar del fondo, aunque no sepamos si realmente existe.



Petición musical: Si tu vols (Lax N Busto)

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