Sucede que algunas veces enfrentas el fin de semana con ganas de darle relación lógica a aquello que no son más que variables particulares, es decir, que más bien, haciendo justicia a la realidad, te dedicas a hacer conexiones idiotas entre cosas que no tienen nada que ver.
Por ejemplo, ¿Nadie se ha parado a pensar lo interesante y lo buenísimas que resultan las canciones que estás oyendo por el reproductor musical en el momento que te tienes que ir y dejar de escucharlas? En cambio, cuando no tienes nada que hacer en perspectiva, esas mismas canciones pierden su fuerza y te dedicas a pasar cansinamente a la siguiente sin dejar que duren poco más de un minuto. En esta estética de identificación de efímero con bonito, a uno se le ocurrió que, ya puestos, se podría ligar por un nexo sólo visible por quién realice esa unión un par de vivencias estancas en el ser y el sentir de quien esto desliza.
Hace una semana y pico, algún santurrón tergiversó a San Fermín y, con unos galones pintados de amarillo, se bajó por estos barrios para encorrer con sus amigotes a la chavalada eslovena que tan echada para adelante se había mostrado al calor de su hogar. Una vibración colectiva positiva, de eso que entienden tanto los místicos, ascendió por el pabellón renombrado de fraude que preside Zaragoza y le tocó en la jeta a un joven que al día siguiente madrugaba para lanzarse en medio de una horda y de una colección de barro y airecillo de la Sierra. El susodicho joven, poco dado a resumir creencias extrañas, confió que su sonrisa se alargaría para la batalla que esperaba y, efectivamente, pateando en el culo a todos los cientifistas aficionados a racionalizar hasta sus visitas al WC, se calzó a tres cuartas partes de sus rivales allá por la tierra del buen vino y el mejor porte.
Ya puestos, una semana pueden ser dos. Otra visita del mago mitad ente divino mitad “borroka” venido a menos, nueves castañas para que nuestra amistades logroñesas duerman caliente por la noches, otra piña y otra consecuente vibración que afila cuchillos para el domingo. En esas promesas felices andábamos cuando pudimos notar que la espalda pesaba demasiado. No lo hacía por sobrepeso, sino por simple colación de banalidades pasada, de empeños que comen por dentro. Si a esto le unimos mocos rebeldes, tenemos una potencia muy peligrosa. Tal vez nuestro joven amigo tenga tiempo de seguir creando relaciones en base a las teorías de Mickey Mouse. Para pasar el rato no están mal. Sin embargo, no sería mala idea valorar que se tiene y por qué se tiene, echando asfalto sobre los abismos imaginarios y, sobre todo, voceándole en esa cabeza dura que todo consiste en disfrutar. Lo demás son números, los cuales sirven para casi todo menos para enjaular los estados anímicos.
Esta vez no habrá L´ Ultim Combat. Seguro. La tralla continuará, y no sólo en el barro, faltaría más.
Petición Musical: Y Pare Madrid (Sínkope)
La última patada
Hace 9 años