No resulta extraño ver lo rápido que se puede vivir en dos o tres días, la cantidad de personas y de imágenes que pueden pasar por delante de ti y cuyo significado, azaroso o predeterminado, sólo adivinarás mucho tiempo después. Después de todo, cansado, tiendes a reflexionar y encuentras que los porqués únicamente son interrogaciones escondidas para que no las encuentres. A fin de cuentas, lo único señalizado son tus pasos.
Esos pasos han llevado desde Dios hasta el totalitarismo de los condicionantes pasando por las reglas del juego propuestas y la pelota corriendo. Lo mejor de todo el campo oteado es saber que no hay carretera, que alrededor de un par de litros se puede construir una vida, entera y verdadera. Pero también tambalearse. El banco de al lado concuerda cada noche con nosotros, los recuerdos ahogados salen a flote en forma de gafas de pasta, las coincidencias patean las leyes conocidas mientras alguien arriba, abajo o a los lados, se descojona; a la par, retumban cerca, muy cerca, viejos brazos mutilados, caminos hechos de vuelta con el corazón maloliente, nada que el tiempo no certifique e incluso compare con la claridad que se chutan en la ventana de al lado. Queda todo muy a mano para jugárselo a una carta marcada y, sin embargo, que diría Sabina, aquí sigue todo igual, detrás del miedo. Aún nos quedan unas buenas razones para echar mares a la espalda, espalda con espalda, corazón con corazón, distancia con distancia. 30 años no son nada ¿verdad?
Petición musical: Al Tajo (Desera)
La última patada
Hace 9 años